El papa dimite. ¿Y tú por qué no?

“Mis fuerzas no son ya las adecuadas para ejercer de modo adecuado el ministerio”. Con estas palabras se despedía el 11 de febrero una de las mayores autoridades del planeta. ¿Cómo vamos nosotros de fuerzas para atender nuestras responsabilidades? ¿No deberíamos también dimitir un poco? A lo largo de la historia –y de los papas en particular- el número de dimisiones es mínimo. La mayoría in extremis, ante la amenaza de las lanzas del enemigo o de un proceso judicial.

“En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones, para gobernar es necesario el vigor tanto del cuerpo como del espíritu”. Una persona débil o enferma puede ser sabia o santa, pero no está en condiciones para ejercer el mando. Ya lo decía Fayol, fundador de la ciencia del management. Mantenerse físicamente en forma es un deber irrenunciable. Cuántos jefes descargan sobre sus colaboradores su mal humor, que no tiene otra causa que el poco descanso. Kahneman (2011) ha mostrado cómo los jueces, condicionados por algo tan elemental como el hambre, toman peores decisiones.

Somos tan patéticos que no reconocemos ni la edad que tenemos. Resulta cómico cómo los políticos/as en ejercicio muestran una imagen cada día más joven, como el protagonista de El retrato de Dorian Gray. Se puede disimular la decrepitud -que no se vea- pero no se puede evitar que la organización la note. No deja de sorprenderme cómo hay países que no evolucionan por la esclerosis de sus gobernantes. Hay casos clamorosos como el de Castro. Pero pienso igual de personajes como Jordi Pujol –al que aprecio- que con 8 años de president hubiera logrado lo mismo que con sus 23.

Lo siento, también soy culé. Pero no comparto esa idea romántica que piensa que se puede dirigir en Barcelona un equipo de la elite mundial del futbol, si te estás tratando un cáncer en el hospital Memorial de Nueva York. Los mensajes y las camisetas de apoyo son emocionantes. Pero no se dirige con la buena voluntad o el voluntarismo. De la misma forma, tampoco podemos esperar que Abidal esté a la altura de defender al Barça, como no lo estuvieron ni Márquez ni Milito después de su lesión.

Papa Benedicto

“He de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado», continuaba. Caramba, no oímos a menudo cosas así de los mandamases: ni empresariales, ni deportivos ni políticos. Si alguien quiere ganarse mi confianza como jefe, que repita conmigo: “reconozco mi incapacidad para …”.Y qué ponga lo que quiera, pero no vale aprender inglés o ser malo en las redes sociales. Reconoce quizá que eres incapaz para comunicarte con el equipo, impulsar las ventas o tomar iniciativas. Yo por ejemplo, he tenido que reconocer mi incapacidad para gestionar bien a los/as cuatro adolescentes que habitan en mi casa. Y también recientemente he renunciado a impartir unas horas de clase suplementarias. Me ha costado, pero ahora tengo más paz.

¿No podríamos dimitir un poco cada uno, dejando paso a personas en estos momentos más capacitadas? Se tiende a la concentración. Igual somos presidentes en la empresa, el gremio, la sectorial del partido, de un patronato, un equipo ciclista, de la escalera, una asociación de exalumnos y del club de bridge. Una de dos: o no nos dedicamos realmente o necesariamente lo hacemos mal. Retener cargos indica que seguimos considerándonos los más idóneos (poca humildad), o que nos aprovechamos de ellos (codicia).

Estos días se ha recordado que durante el conclave de 2005 que lo eligió, el papa rezaba para no ser elegido. A sus 78 años, después de sus cargos bajo el pontificado de Juan Pablo II, pensaba dedicarse a la lectura y a tocar el piano. En cambio nosotros -si llegáramos a rezar- lo haríamos para ser escogidos, aunque sea cómo mejores profesionales de la oficina.

La tradición eclesiástica ha formulado el paradójico principio del nolis quaerimus (al que no quiere, a ese queremos). Preferir para mandar a quién menos ambición manifieste para ello. Un planteamiento audaz, que podría guiar el proceso de regeneración política que tenemos pendiente. Evitar el apego. Es el dilema entre el cargo como servicio o el servirse del cargo. Mantener en puestos directivos a personas “de confianza”, pero cuya capacidad es claramente inferior a los retos del cargo, daña gravemente la organización, provoca fuga de talento y conduce irremisiblemente al engaño y la falsedad.

UGT José Maria

No sé si es pura coincidencia, pero la semana pasada el secretario general de la UGT en Catalunya Josep María Alvarez, después de 23 años, manifestaba su intención de empezar a plantearse si presentarse a la relección en el próximo congreso del sindicato en Abril. Igual sí viene una cultura menos posesiva y personalista. Una política más flexible, dónde se pueda subir y bajar -sin que necesariamente te tiren por la ventana. Alvarez reclama para UGT “nuevos liderazgos” para él poder dar un paso atrás.

Quién dimite voluntariamente, dice que el cargo está por encima de sus ambiciones, que el proyecto pasa por delante de su persona. En su conciencia de vulnerabilidad, transmite una cultura colaborativa. Como no llego, necesito confiar en los demás. Otro me seguirá y lo hará mejor que yo. El arte de dirigir –afirma von Karajan- consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta.

Os propongo practicar el arte de dimitir. Cuánto más mandes, más podrás dimitir. Puedes dimitir de asistir a algunas reuniones, de tanta contabilidad o de salir en los medios de comunicación. Quizá es buena idea dimitir el perfil de Linkedin, Facebook o Twitter. Dimite por lo menos de ser el simpático de la oficina, de conocer todos los asuntos y ser la sal de todos los platos; de tener siempre razón y dar la última palabra o de contestar cada e.mail. Seguro que su empresa saldrá beneficiada, que se liberarán energías aplastadas hasta el momento. Lo agradecerán también los colaboradores inmediatos. Pero quien más inmediatamente lo va a agradecer será usted mismo.

17 comentarios sobre “El papa dimite. ¿Y tú por qué no?

  1. Ay Gabriel! Mantenemos una fuerte tradición de apoltronamiento: de aquí no me mueve ni… un tsunami; intentaré hacerme funcionario o trabajar en un banco; intentaré rodearme de gente que no me pueda hacer sombra; los políticos son unos irresponsables, pero a mí… que me registren; etc….. Tenemos pendiente popularizar el ejercicio consciente y responsable de la gestión-dirección-liderazgo y la selección de nuestras élites.

    1. Hay un gran contraste entre la ideología (la misión) para la que se hace política y cómo ésta se convierte en el fin para obtener ocupación, dinero e influencia. No deja de ser curioso el caso de Ponferrada, que acabamos de conocer. Si para seguir siendo alcalde hay que abandonar el partido, adelante, se apuntan todos. ¿Pero para defender qué les votaron?. Gracias por tu comentario.

    1. Tienes toda la razón. A veces el mundo comunicativo no da para matices. Pero bien pensado, para mi mensaje casi es más profunda la idea de renunciar. Renunciemos a (algunas) nuestras responsabilidades. Gracias.

  2. Gabriel, muy interesante la reflexión. Para mi mucho del apego a los cargos tiene que ver con la idea un poco trasnochada que tenemos sobre el CV y sobre la trayectoria profesional. Pensamos que siempre ha de ser ascendente y acumulativa. A su vez, esto estaría relacionado con la poca tolerancia al fracaso que mostramos, cuando sin fracaso no hay éxito, ni tampoco innovación. Si aceptamos que la vida no es lineal y que el que se equivoca aprende más y mejor que el que no lo hace, dejaremos de tener miedo a dimitir o a renunciar.

    1. Has dado en el clavo. Cuando meditaba el post no quería centrarme en el «Váyase Sr González», sino abogar por una idea más porosa de las carreras. Puedes ser director de país y luego entras en un proyecto para un nuevo producto, para más tarde formar parte de un comité de supervisión… No se trata de echar mucha gente, sino tener una concepción más flexible, menos jerarquizante, que permita aprovechar más a más gente. A esto aludía con la frase de que no hay que irse de la empresa defenestrado, desde la cúspide. A mí me hacen polvo esas personas -en política por ejemplo- que a la que no son el número uno abandonan. Se pierde muuucho talento.

  3. Acertada reflexión Gabriel. Pero ¿no te parece que ya estamos renunciando a demasiadas cosas obligados por la incompetencia de políticos y poder económico?
    Evidentemente que debemos renunciar a todo lo superfluo que no añade nada a nuestra vida. Es bueno que seamos más selectivos y eliminemos adhesiones estúpidas como el estar en redes sociales que nos quitan tiempo y desvian nuestra atención.
    Algo a lo que no debemos renunciar es a la indignación ante tanto despropósito.

    1. Evidentemente me refiero a los políticos y a los administradores de la polis en sentido ámplio: la duración en cargos «asociativos» (gremios, fundaciones, clubs…) suele ser más longeva que en los políticos de partido. O casi. Pero también vale la pena mirar un poquito hacia dentro (las dos vertientes sugiere el artículo). Cada día me hago más fan del pensamiento de Gandhi de «sé tú mismo el cambio que quieres que haga la sociedad».

      Pero sí. Soy de los que piensa que la única forma de remontar del agujero es a) eliminar la casi totalidad de las autoridades económicas y b) empezar un nuevo espacio político al que tienen prohibido participar cualquiera que haya formado parte de los partidos conocidos hasta el momento (en Italia hicieron algo parecido). Si el PP y el PSOE piensan acreditarse desacreditando a su oponente logran que ambos estén cada día más abajo. Yo los considero irrecuperables.

  4. Excelente Gabriel!
    Dándole una explicación antropológica a la cuestión de por qué no dimitimos ( yo aún no me puedo permitir esa licencia…) pienso que es por supervivencia.
    Si tienes un nivel de vida que otro puesto inferior, que evidentemente conlleve una disminución de los ingresos pues…
    También pienso que puede ser, por una necesidad ficticia o auto-creada de realización personal. El «yo soy» es un lastre que lastra a las organizaciones. Como bien sabes por el «yo soy» hay escuelas de negocio que están «haciendo el agosto»… por ejemplo.
    Éstos tipos son los que artículos como estos les hacen pensar: – sí, sí, pero el que viaja en primera, aparca el Audi en la plaza privada, vive en la zona más cara y come todo «gourmet» soy yo, tú no.
    El orangután más malo, violento y agresivo ( aunque no sea el mejor cazador ni recolector) es el jefe de la manada.
    Por suerte con los humanos no siempre es así. Pero como explicas, pasa con demasiada frecuencia.
    Enhorabuena!

    1. Hace poco veía un libro que se llama algó así como «viva como un rajá, siempre que no le importe tener peor coche que sus conocidos». Se puede disfrutar igual con mucho menos, siempre qeu no te empeñes en parecer más que nadie. Las etiquetas hacen mucho daño como dices. Gracias por tu comentario. A ver cuándo vuelvo a Huelva dónde estuve el año pasado.

  5. Gabriel: En la comuna de San Isidro Provincia de Buenos Aires Argentina, hace 30 años que la gobierna la dinastía Posse (Padre e hijo). ¿Los votantes? Bien gracias, no se les mueve un pelo. Nadie quiere largar «la manija», eso si cuando se nombran las monarquías todos hablan pestes y son democráticos.

    1. Esta tendencia a la continuidad -de la que soy partidario en general- pero sin justificación alguna, es patrimonio de muchos sistemas políticos: desde la monarquía, hasta la dictadura comunista, llegando a la presidencia de USA. Nunca deja de sorprenderme la pasividad de la mayoría a las oligocracias dominantes. Gracias por tu comentario.

  6. Después de hablarlo en la clase de hoy me ha parecido buena leer tu reflexión. Lastima no poder obligar a dimitir/renunciar a más de un jefe. Por mi parte, seguiré tu sugerencia, renunciaré a algunas cosas y dejare de intentarlo todo pues «quién mucho abarca…»

  7. buenas noches…a partir de mañana voy a intentar poner en práctica lo que he leído….voy a intentar trabajar o dimitir menos horas, realmente llega una hora del día que todo lo bueno y productivo ya ha salido de ti…y lo mejor es irse a disfrutar de tu vida familiar o de otra vida que te haga sentir bien y mañana volver con energía positiva al trabajo.
    Gracias por el libro…

    1. No sabes cuánto me alegra pensar que por lo que escribo, alguien puede tener un final de jornada más pacífico con los suyos. Yo también trato de seguir esta filosofía, aunque ayer por ejemplo, no lo conseguí. En cualquier caso, unidos en esta lucha contra la aceleración. Me viene a la cabeza una frase de Raimon Panikker: la aceleración es inversamente proporcional a la felicidad, a la que yo añadiría, y a la eficacia. ¿Ya te has leído el nuevo libro entero?

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